LA MOTO HACE LA DIFERENCIA
Raúl Mejía
Hace poco más de un año compré un auto nuevo. De agencia.
Ese hecho –comprar un coche y quitarle los plásticos para dejarlo con ese olor a nuevo que dura meses- quedó cuestionado al caer en la cuenta de vivir en una ciudad que ha hecho de sus espacios públicos, un parque temático de manifestaciones políticas. Puedo asegurar que el 80% del los días del año (o más) la ciudad donde vivo (Morelia) tiene algún plantón. Somos vanguardia en protestas y plantones. Por algo será.
El auto nuevo, al poco tiempo, se convirtió en un recurso. No en una solución a las necesidades de transporte.
Me compré una Honda Wave y eso sí fue una solución.
Andar en moto da una sensación de libertad que, en una ciudad sitiada por manifestantes de toda laya, se valora cuando a fin de mes se hacen cuentas.
Mi Wave, por ejemplo, me da 50 kilómetros por litro, es apenas unos centímetros más robusta que una bicicleta y cabe por cualquier “rendija” entre los autos que se atascan en las vialidades.
Tanto el auto como la moto los compré con escasos meses de diferencia. Hoy, año y medio después de ambas compras, los kilómetros rodados dan fe del “valor de uso” de ambos vehículos: el auto 16 mil kilómetros; la moto 12 mil.
El auto es un recurso: lluvia, salidas por carretera, frío excesivo, viajes acompañado; la moto es una solución: ir al trabajo, salir a pasear, ir de compras, salidas de emergencia.
La moto hace la diferencia.